Cuando te miro, veo ese rostro que me resulta tan familiar y, a la vez, tan desconocido. Te he visto muchas veces, llevo años contigo, pero no soy consciente de cuándo salió esa arruga que está tan marcada, tampoco recuerdo cuándo salió ese primer cabello blanco ni en qué momento pasaste de ser una chica a ser toda una mujer.

Te miro y no te reconozco. Te observo y no te entiendo. ¿Por qué siempre te haces daño? ¿Por qué siempre eliges pensar lo peor? ¿Por qué siempre persigues a quien te ignora? ¿En qué momento decidiste cargar con el peso del mundo entero y sentirte responsable de todo?

Me pregunto, mirándote a los ojos: “¿por qué no dejas que los demás vean lo maravillosa que eres? Eres divertida, inteligente, hermosa, tienes claro lo que quieres, te preocupas por los demás, tienes mucho amor para dar, eres perfectamente imperfecta y eso te hace única. ¿Por qué no lo muestras?”.

Después miro hacia abajo, miro mis manos… tus manos. Aparto la mirada del espejo y recuerdo que solo eres mi reflejo. Y que me muestras el mundo como tú lo ves.

El mundo es triste… porque yo estoy triste. Está lleno de problemas… porque yo solo me centro en los problemas. Todo me sale mal… porque no me fijo en lo que me sale bien. Es frustrante y doloroso… porque quiero tenerlo todo controlado y la vida es imprevisible. La gente me decepciona constantemente… porque espero de ellos algo que ni yo sé darme: amor.

No entiendo a la gente. Algo en mí no está bien o la gente es rara.”

¿Te resulta familiar?

A mí, sí.

Cuando dejé de juzgar a las personas que me rodeaban y comprendí que cada una tiene su pasado, sus vivencias, sus creencias, en fin, su historia, me liberé de la gran carga de esperar que se comporten de una manera determinada.

Cuando dejé de juzgarme (sí, a mí misma), de fijarme en todo lo que hacía mal y culparme por ello e ignorar lo que hacía bien, me pude relajar. Me pude quitar esa armadura que hacía años que llevaba y aceptar que soy maravillosamente imperfecta. Abracé lo que consideraba mis defectos y debilidades porque ellos también me hacen única. E incluso pude celebrar mis propios logros.

Cuando acepté que el mundo tiene sus propias normas y que nunca las voy a entender, y que nadie me hace daño, sino que la gente hace cosas y yo las interpreto como “dolor”, decidí centrarme en lo que puedo controlar: a mí. Me responsabilicé de mis decisiones, mis emociones, mis pensamientos, mis decisiones… porque solo dependen de mí.

El camino

El crecimiento personal no es un camino fácil y solo lo puedes hacer tú, con tu esfuerzo, con trabajo, constancia, y determinación. Cuando mires atrás y veas de dónde partiste, entenderás la grandeza de este recorrido.

"El crecimiento personal no es un camino fácil y solo lo puedes hacer tú, con tu esfuerzo, con trabajo, constancia, y determinación. Cuando mires atrás y veas de dónde partiste, entenderás la grandeza de este recorrido."
Mi camino…

Desde la infancia, vamos llenando una mochila con unas cuantas creencias que nos limitan (algunas nos potencian, pero son las que menos), con un puñado de reglas cuadradas para un mundo redondo, con un pellizco de emociones negativas que distorsionan nuestra realidad,… es como practicar un deporte durante muchos años, que hasta puedes hacer con los ojos cerrados. Un deporte perjudicial para ti, pero al que estás habituada.

Un día me di cuenta que no tiene sentido seguir así y decidí dejar de cargar esa mochila, cambiar de equipación y empezar un deporte mejor. Al principio era muy difícil, creía que no estaba hecho para mí, que no podía. Con constancia y trabajo, cada vez me resultaba más fácil. Esos músculos de positivismo y felicidad que no había usado hasta ahora se iban desarrollando hasta que los pesimistas y tristes se atrofiaron.

Yo recorrí ese camino y, a través del coaching estratégico, te puedo ayudar. Juntas fijaremos un objetivo que nos servirá de brújula para confirmar que vamos en la buena dirección, encontraremos la mejor estrategia para ti y te acompañaré en este proceso para que no te sientas sola, porque te entiendo, sé por lo que estás pasando y porque yo ya lo he recorrido.

“¿Quieres cambiar tu futuro? Cambia tu presente” (Si no sabes cómo, te ayudo)

2 respuestas

  1. Qué bonito y qué identificada me siento!
    Cuando descubres que puedes vaciar la mochila y meter cosas nuevas, o incluso cambiar de mochila se abre un mundo nuevo en el que eres tú quien reescribe tu propia historia.
    Esto que no nos enseñan de niños algunos tardamos más en descubrirlo, otros no lo descubren nunca y viven en su vieja historia.
    Todo es mentira, así que escojamos la mentira que más conviene para nuestras metas 🙂

    Un abrazo fuerte!

    1. ¡¡Exacto!! Puestas a inventar… ¿Por qué no crear historias que nos hagan sentir bien y nos ayuden a conseguir lo que nos propongamos?
      Y ya que lo hemos descubierto, ayudemos a que más y más personas lo descubran también. Así haremos de éste un mundo más ligero, consciente, solidario y feliz.
      Un abrazo enorme.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *