¿Te ha pasado alguna vez que vives exactamente la misma experiencia con otra persona y ésta hace una lectura totalmente distinta a la tuya?
Como ya sabes, cada persona interpreta la realidad a su manera, a través de sus propios filtros (enfoques, creencias, necesidades, costumbres, valores, emociones…). Por eso es tan importante ser flexibles con las personas y con el mundo en general. Es difícil vivir con una reglas muy cuadriculadas cuando lo que nos rodea tiene muchas formas y muy variadas.
Cuando tienes la convicción de que las cosas tienen que ser de una manera determinada y no lo son, parece que algo hace cortocircuito en el cerebro y la mente se nubla, todo se vuelve mucho más difícil de entender, como si nos empezaran a hablar en otro idioma. ¿Te pasa a ti?

¿Cómo meter un mundo redondo en un agujero cuadrado?
Yo solía tener unas normas muy estrictas para todo. Incluso hacía la lista de la compra en el orden en que estaban las cosas en el súper (siempre hacía el mismo recorrido). El problema era si iba con alguien a quien ese orden le daba igual y me tenía loca dando vueltas por los pasillos. ¡Me sacaba de quicio!
También tenía muy claros los diálogos con las personas, sabían qué debían responder, hacía preguntas “trampa” para ver si me decían la verdad… Si no obtenía la reacción o respuesta que esperaba (porque era la «lógica, normal, de cajón»,…), les castigaba con mi silencio y miradas asesinas.
No soportaba los cambios de planes y menos a último minuto (a menos que salieran de mí, claro, porque entonces estaban justificados). Yo siempre tenía la razón, y ¿cómo no la iba a tener si yo sí cumplía con mis propias normas?
Pero no todo es lo que parece…
Mira, no hace mucho fui a un bar con mi pareja y la camarera nos atendió con muy pocas ganas. Ante esta misma situación mi antiguo yo (ése anterior a empezar mi camino de desarrollo personal) hubiera montado en cólera porque su trabajo es “agradar al cliente, no es tan difícil servir un par de cafés y la sonrisa es gratis”. Y se lo hubiera hecho saber. Vamos… ¡a mí con estas cosas! Ya me hubiera encargado yo de dejarle claro que no está haciendo bien su trabajo.
En lugar de eso, le sonreí, le dije algo así como “cuánta gente” (tampoco había mucha pero era por romper el hielo) y le dejé caer “se te ve un poco cansada…”. No la conocía de nada y me podría haber mandado a cualquier lugar. Pero me contestó: “sí, es que mi turno ya terminó pero como no ha llegado mi compañero…”. La chica estaba cansada, trabajar de cara al público no es siempre agradable (lo sé) y la sonrisa sí es gratis pero a veces la energía no da ni para eso. Como no tengo toda la información es muy fácil criticar y juzgar. Así que, como me es imposible conocer al 100% su pasado, qué piensa, qué necesita,… decidí no emitir ningún juicio.
¿Qué te quiero decir con esta historia?
- Que los hechos son los que son, no los puedes cambiar y una vez han pasado se convierten en eso: pasado.
- Que está en tu mano decidir cómo quieres narrar la historia de esos hechos en tu presente y en tu futuro.
- Que las cosas no siempre son lo que parecen y es importante no juzgar. Podrías estar tú en su lugar.
- Que si cambias tu punto de vista o, al menos, estás abierta a otros, tu vida se verá muy enriquecida y puedes aprender mucho.
- Que si sigues pensando que la tierra es plana, te estarás limitando a lo conocido.
- Que si sigues una línea recta, te costará adaptarte a los cambios, ver la diversidad, la gama de colores que hay entre el blanco y el negro.
- Que estarás malgastando energía inútilmente luchando contra un mundo cambiante e imperfecto.
Y tú, ¿permites que el mundo te muestre su forma?
“¿Quieres cambiar tu futuro? Cambia tu presente” (Si no sabes cómo, te ayudo)